Como Pircanos, podemos afirmar que esta simple aseveración es tremendamente verdadera, sustentada en su extravagante naturaleza y tradición agro residencial.

Para los que hemos desarrollado nuestra vida parcial o totalmente en esta comuna, la comparamos con “una burbuja”, dentro de esta Metrópolis contaminada por su vertiginoso desarrollo demográfico de los últimos años.

Pirque es un valle en el que prevalecen aún las tradiciones criollas, conjugadas con una vida cotidiana que pareciera se hubiese detenido en el tiempo. Sus iglesias, casonas, caminos y arboledas, calan profundamente la personalidad del recién llegado, desarrolla una paz interior y esa capacidad de disfrutar las cosas simples que nos da la vida.

Sus paisajes con telón cordillerano, de plantaciones y añosos viñedos, especial clima con aire puro y su carismática gente, hacen que cuando uno cruza el umbral hacía la comuna, sienta esa exquisita sensación de estar entrando a su propia casa.

Es común mantener en nuestras casas un buen abastecimiento de víveres, lo que nos permita disfrutar a plenitud el real descanso que significa llegar a nuestro hogar. El vehículo se llega a encender recién nuevamente el lunes.

En verano disfrutamos del clima templado regulado por la corriente cordillerana del Raco y de la belleza de los árboles y flores que se nutren de las ricas tierras y aguas con que cuenta el valle.

La fauna silvestre se refugió en Pirque, entre otros, aves y conejos diariamente nos dicen que aún compartimos su hábitat.

El invierno se envuelve de un exquisito aroma a leña que emerge de aquellos cálidos hogares, que acogen a familias que han decidido formar a sus hijos en un ambiente distinto de crianza, con mucho contacto con la naturaleza y de relaciones muy personalizadas con la gente, y también muy cercano a todo el quehacer Santiaguino.